No puedo evitar hablar de la IA. Puede que peque de repetitiva, teniendo en cuenta que he leído dos entradas sobre este tema, pero ambas entradas me han suscitado la misma pregunta; ¿Querida IA, vienes a ayudarme o a destruirme? Creo que todos estamos de acuerdo en que la IA es imparable; se ha creado, ha llegado y va a evolucionar. La duda que nos corroe a algunos es qué ocurrirá con algunas profesiones, en este caso, con los traductores e intérpretes.
Alberto Barbieri, en su artículo Traductores e intérpretes, ¿las próximas víctimas de la inteligencia artificial? nos deja entrever que los puntos positivos de la IA se basan en su rapidez, que las traducciones que incluyen en su combinación el inglés tienen una fiabilidad mayor en comparación a las traducciones humanas, al menos con Google Translate, y que los textos con mayor función apelativa son más difíciles de traducir porque la IA, de momento, no sabe emocionar a través de las palabras. Visto de otra manera, encontramos dos puntos débiles de la IA; no es fiable en traducciones en cualquier combinación de idiomas que no esté el inglés y los textos más apelativos o creativos, como dice Barbieri, son difíciles de traducir para una inteligencia sin emociones.
Teniendo en cuenta que la IA es un fenómeno imparable, solo nos quedan dos vías: morir o sobrevivir. Evidentemente, no vamos a morir, así que sobreviviremos y lo haremos adaptándonos. Además de ser correctores y editores de los textos traducidos de la IA, podemos empezar a aprender idiomas que no sean mayoritarios, podemos imbuir a nuestros textos de más emoción y así la humanidad dejaría una marca personal que frene la invasión de la IA.
En todo caso, y hablo por mí, me parece emocionante presenciar como un ente sin vida intenta conquistar aspectos puramente humanos como la comunicación escrita que se da, por ejemplo, en los libros. Es decir, si fuese tan fácil, todo el mundo podría ser escritor, ¿no? Solamente se trata de escribir. Pero no es lo mismo escribir que contar una historia.